CEREALES Y PROTEAGINOSASGENERAL

HABLAMOS DE SEMILLAS CON ELENA SÁENZ, DIRECTORA DE ANOVE

“La obtención o mejora vegetal es una actividad altamente tecnológica y de enorme trascendencia económica”

Elena, como directora de Anove, ¿puedes recordarnos cuáles son las principales ventajas de la utilización en los cultivos de la semilla certificada?

Hay muchas ventajas en el uso de semilla certificada que se pueden agrupar en función de quien las percibe. Desde el punto de vista del agricultor, podemos destacar la mejora en los rendimientos debida a la ausencia de enfermedades y malas hierbas, homogeneidad de los lotes de semilla y altos índices de germinación. También se produce un ahorro de significativo de costes, tanto por la menor dosis de semilla empleada en la siembra, si es certificada, como los asociados al tiempo y a la logística necesaria para el acondicionamiento del grano.

A su vez, y tal y como recordaba AGROPAL en un reciente artículo, http://www.campocyl.es/noticias/cereal/496-agropal-recuerda-que-la-semilla-certificada-supone-el-mejor-comienzo.html el empleo de semilla certificada supone “Apoyar la inversión en I+D del sector obtentor. La semilla certificada hace posible la inversión en programas de investigación para la creación de nuevas variedades. La semilla es el medio de producción más económico y que más ha condicionado la evolución de los incrementos en los rendimientos agrarios.”

Desde el punto de vista de la cadena alimentaria, el empleo de semilla certificada es el elemento inicial, y clave por tanto, para garantizar la trazabilidad a lo largo de toda la cadena. Esta trazabilidad permite al resto de operadores optimizar sus procesos productivos y mejorar la comercialización de sus productos. Estamos asistiendo en estos tiempos a la puesta en marcha de iniciativas empresariales en el campo de la alimentación, en el ámbito de los cereales, que buscan modelos productivos con un formato tipo “desde el campo hasta la mesa” donde las variedades, procedentes de semilla certificada, constituyen el inicio de la cadena.

Ahora, que comienza la siembra del cereal, Javier de Sebastián, uno de los responsables de este cultivo de Anove, nos recordaba lo susceptible de este cultivo a la piratería por su facilidad a la hora de reproducirse. ¿Cómo afecta esta mala práctica en la cadena alimentaria?

El impacto principal es la perdida de la trazabilidad de la materia prima en el sentido más amplio. No solo por la pérdida de identidad de la variedad, lo que conlleva la imposibilidad de optimizar los procesos productivos y mejorar la comercialización sino también las cuestiones relacionadas con la calidad y sanidad del producto final.

Otro impacto importante es el freno a la innovación que se produce al reducirse los ingresos dedicados a la I+D en la mejora vegetal. Sin ingresos para investigar, la renovación varietal es más lenta y los avances son menos significativos. Hay una relación directa entre estos factores.

También afecta negativamente a la sostenibilidad de la producción agraria, pues no permite mejorar la eficiencia de la producción.

¿A qué no referimos cuando hablamos de la obtención vegetal? ¿Y qué aporta al agricultor y al consumidor?

La obtención o mejora vegetal es una actividad altamente tecnológica, y de enorme trascendencia económica, que consiste en la investigación para el desarrollo de nuevas variedades de plantas.

El desarrollo de nuevas variedades vegetales a través de la mejora genética es una actividad compleja que requiere una gran inversión económica a largo plazo: la elección de las líneas parentales que puedan transmitir las características buscadas, la realización de cruzamientos, la selección y depuración posterior, etc.

Son actividades que, según las especies, suponen un plazo de tiempo de hasta 10 ó 12 años y costosas inversiones en material y personal técnico. De manera que el coste medio asciende a varios millones de euros hasta poner en el mercado una nueva variedad.

Las aportaciones son muy significativas, por ejemplo; Mejoras medioambientales y económicas por kilogramo de alimento producido, el efecto más directo es el incremento de producción (alimentos y otros productos) utilizando la misma superficie, lo que contribuye a dar respuesta a una de las grandes demandas del crecimiento poblacional, como es el reto alimentario mundial. Entre la década de los sesenta y el año 2000, los incrementos de productividad han sido espectaculares en todos los cultivos, creciendo entre el 1% y el 3% anual. Esto ha supuesto, por ejemplo, que en el caso de los cereales, el aumento de la productividad haya aumentado en este periodo entre el 100% y el 200%, dependiendo de los cultivos. Otros cultivos esenciales como la patata, ha alcanzado un incremento de casi el 80% (Pingali&Rajaram. World wheat facts and trends. 1999. CIMMYT Institute. Mexico DF). En algunos cultivos como el tomate, se ha aumentado hasta un 1.000%. Alrededor del 40% de este incremento en la productividad corresponde a la mejora de las variedades vegetales (Responding to the challenges of a changing world: the role of new plant varieties and high quality seed in agriculture. Second World Seed Conference. FAO. 2009). Por poner algunos ejemplos y de acuerdo con los datos del Ministerio de Agricultura, en poco más de 25 años la productividad del olivar se han duplicado, y la del viñedo se ha multiplicado por tres.

Aumento de los rendimientos económicos, debido a la mejora de la productividad y de la calidad de los productos obtenidos, el valor económico de las cosechas también se ha disparado en 25 años, de acuerdo con los datos del Ministerio de Agricultura. También a modo de ejemplo, los rendimientos económicos del trigo han aumentado un 270%, los del tomate ha aumentado un 1.200%, los del maíz un 110%, los del olivar un 300% y los del viñedo un 200% Esto conlleva un importante aumento de las rentas de los agricultores.

Aumento de la eficiencia en el consumo de agua, en un país como España adquiere especial relevancia las mejoras desarrolladas para poder obtener más producto sin aumentar el consumo de agua. En este sentido, la optimización en el uso de este recurso escaso es particularmente significativa. El valor de la cosecha obtenida por metro cúbico de agua utilizada ha aumentado en poco más de 30 años en un 19% en el caso del trigo, el 63% para el tomate, 75% en naranjo, 215% en olivar, etc.

Reducción en las emisiones de CO2, las toneladas de CO2 emitido a la atmósfera por kilo de producto han caído de forma sustancial en los últimos 30 años. En el caso del maíz la bajada ha sido del 34%, para el naranjo un 40%, 42% para el olivar y 24% para el tomate.

Ahorros energéticos, en cuestión energética se han producido importantes ahorros en los últimos treinta años. En el caso del trigo, la producción de trigo por mega julio de energía consumida, ha subido un 57%, en el maíz un 50%, en el olivar el 70% y en el tomate el 35%.

Menor pérdida de suelo, en lo relativo al aumento de la producción de alimento por tonelada de suelo perdido, también los indicadores son favorables. Con la misma pérdida de suelo se produce más cantidad de alimento: un 60% en el cultivo de trigo, 225% en olivar y un 75% en el tomate.

Mejora las características y calidades de los cultivos y productos obtenidos, como por ejemplo la reducción de la altura de determinados cultivos, con lo que se evitan pérdidas por encamado (caída por viento), muy importante en el cereal; la mejora de la resistencia de la piel, con lo que se evitan pérdidas en cosecha, almacenamiento y transporte, como en el caso de los melones; los productos frescos que se conservan más tiempo, como las berenjenas y los tomates y la mejora de cualidades nutricionales.

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